El cólico del lactante, un llanto que parece interminable.
¿Tu hijo llora sin consuelo durante horas? Lo más probable es que sufra cólicos del lactante. Descubre cómo puedes aliviarle y qué medidas es mejor evitar.
Así puedes identificarlos
Para saber si tu pequeño padece cólicos del lactante (que afectan a uno de cada cinco bebés), debes observar si manifiesta estos síntomas:
- Llora más de tres horas al día, un mínimo de tres días a la semana.
- Su llanto es similar a un grito y se agudiza por las tardes.
- Durante la crisis el pequeño se pone colorado, agita los brazos, aprieta los puños y flexiona las piernas llevándoselas hacia la tripa.
- Si además vomita, tiene fiebre y/o retira la carita cuando le das de comer, llévalo al pediatra enseguida, para que le explore y averigüe si en vez de cólicos padece otro problema.
Tu bebé necesita masaje en la tripita, altas dosis de paciencia y mucho amor.
Uno de los momentos más difíciles de la maternidad es ver llorar a tu recién nacido y no lograr calmarlo con nada. Y es que por más que lo arrulles, lo acaricies, le ofrezcas el pecho o el biberón o intentes dormirlo, tu bebé llora y llora desconsoladamente.
Estás a punto de sentarte a llorar con él o de salir corriendo… Y no funciona que te digan que tengas paciencia, porque estás desesperada, pero créelo: es cuestión de mucha, mucha paciencia.
Te enfrentas a los famosos cólicos del lactante, que no necesariamente tienen que ver con dolor de estómago sino que describen el nerviosismo o la irritabilidad de los menores de cinco meses. De hecho, no hay una explicación única que justifique que un bebé llore incansablemente durante dos o hasta tres horas por varios días. Los expertos le han dado el nombre genérico de “cólico” y recomiendan tratarlo con amor.
Así como lo lees. Tu bebé necesita que lo tomes en brazos, que lo acerques a su pecho y que le demuestres que no está sólo. Se siente perdido en este mundo extraño al que apenas empieza a adaptarse y es posible que descargue todo su “estrés” con el llanto. Muchos lloran más o menos a la misma hora cada día y para algunos es relajante que los sostengan boca abajo, con una mano firme en la tripita.
Los masajes también son importantes y deben concentrarse en el estómago. Utiliza aceite de almendras dulces para que el contacto con la piel de tu bebé sea lo más suave y relajante posible. Pasa primero una mano sobre su tripa con un movimiento circular (en el sentido de las agujas del reloj) y luego pasa la otra mano, haciendo el mismo movimiento y al final poniendo un poquito de presión en la zona intestinal. Es probable que tu bebé tenga gases y este masaje puede ayudarlo.
Si los masajes no parecen funcionar vuelve a tomarlo en brazos y prueba a cargarlo y consolarlo en diferentes posiciones. Si estás segura de que no es hambre, no le ofrezcas el pecho o el biberónporque puede ser peor: asociará el alimento con su malestar y no con un momento placentero.
Una infusión de manzanilla para bebés también pueden calmarlo; lo mismo que una toalla o bolsa con agua tibia (¡cuidado con la temperatura!) sobre el estómago.
Cada bebé es un mundo así que prueba todo lo que se te ocurra: cantos, susurros, ruidos intermitentes (como el tic tac de un reloj) o incluso, un ruido fuerte (como el de un secador) pueden ser soluciones.
Y no te sientas mal si estás desesperada. Es normal que te sientas desbordada y es mejor que pidas ayuda. Sal de la habitación y entrégale el bebé a otra persona que pueda consolarlo. Si tú estás tan tensa, difícilmente podrás ayudar a tu pequeño a superar su malestar.
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